domingo, 27 de abril de 2014

El Sagrado Nombre de Chile


Por Hyranio Garbho



El nombre de Chile es un misterio.  Aunque lo es también el nombre de otros países de la América románica.   Pero, si bien es cierto, no ha podido determinarse el origen o significado del nombre de muchos de estos países, el caso de Chile representa definitivamente un caso aparte, sólo parangonable al misterio que rodea el origen y significado del nombre de "Brasil".   Por ejemplo, el nombre de países como Paraguay, Uruguay, Panamá, Nicaragua y México, aunque aun se discute su significado, se sabe con precisión que son de origen indígena.  Paraguay y Uruguay son voces guaraníes.  México es una voz nahuatl.  También el nombre de Guatemala es de origen nahuatl, pero en este caso queda claro cuál es su significado.  Guatemala significa "lugar de muchos árboles".  Nicaragua, el otro país cuyo nombre es de origen indígena viene del cacique Niquerahua.  Y también los nombres de Colombia y Bolivia, se sabe, fueron puestos en homenaje de personajes emblemáticos de la historia de nuestra Latino América.  Honduras, el Salvador y Costa Rica son voces castellanas.  Aunque en el caso de Honduras se cree que la palabra es una castellanización del nombre "Huntulha" cuyo significado es "país de costas acuosas".   Con razón o sin ella, la palabra es indiscutiblemente una voz castellana; y es muy difícil no atender, por sentido común, a la idea que ésta expresa: la idea de profundidad, de honduras.  Por lo que muy probablemente el nombre del país haga referencia a una región de Honduras y Profundidades -se sabe que esta región es montañosa en casi un setenta por ciento.  En mi opinión este nombre no pudo venir sino de este hecho.  La palabra Perú, aunque se ignora su significado, es también de origen indígena.   Los indígenas del río Virú, al norte del actual Perú, llamaban a este país Virú.  Y aunque existen otras hipótesis la nominación de esta región como Perú -castellanización de la voz indígena Virú o Berú-, desde antes del descubrimiento del país, es un hecho documentado y ampliamente constatable.  Los nombres de Venezuela, Ecuador y Argentina son, junto a los ya mencionados nombres de Colombia y Bolivia, los que menos misterio representan.  Ecuador fue llamado Ecuador por la línea del Ecuador, Venezuela lo fue por su remembranza de la Venecia itálica; y Argentina es una castellanización de la palabra latina Argentum, cuyo significado es "plata", en referencia al "País de la Plata".  Sólo "Brasil" y "Chile" constituyen nombres misteriosos de los que se ignora, incluso, el origen de la palabra.

La Isla de Brasil en el Mapa de Abraham Ortelius, 1572

Aunque el nombre de Brasil proviene indiscutiblemente del hecho de que los descubridores portugueses confundieron el lugar con la mítica Isla de Brasil, ubicada en el Atlántico, frente a las costas de Irlanda (de allí su carácter misterioso), es parangonable al caso de Chile, por dos importantes razones: primero, porque se ignora por completo el origen de la voz "Brasil", y, segundo, porque está asociado a una Isla en el Atlántico, isla fantasmagórica, de la que se tiene evidencias únicamente en los mapas del medievo, particularmente los mapas de Dalorto (1325), Pizigani (1367), Piri Rei (1513), Ortelius (1595), Mercator (1595) y el famoso mapa de Europa, anónimo de 1570 (En otro artículo próximo me referiré, in extenso, a este curioso misterio).    Esta isla fantasma del Atlántico es relevante porque está asociada a las leyendas de la Atlántida, Thule y el país de los hiperbóreos.  Es en este sentido, ya se verá más adelante, que el nombre de Brasil es igualmente misterioso que el sagrado nombre de Chile.  Oficialmente se sabe que la palabra Brasil viene del Pau-Brasil (en castellano: Palo Brasil), nombre que los portugueses dieron a un árbol de la región que crecía allí abundantemente y que al ser rojo como una brasa le llamaron Brasil.  Pero es probable, no lo sabemos, que esta fuera la misma razón por la que la fantasmagórica isla del Atlántico fuera llamada así.  Después de todo, no sería descabellado imaginar, atendiendo a los relatos que existen, que la Thule de los orígenes tuviera un aspecto tan paradisiaco como lo ostenta el país del Pau-Brasil.


Mapa de Angelino Dalorto, la cartografía más antigua (1325)
donde aparece la fantasmagórica Isla de Brasil


El nombre de Chile se relaciona con esto último porque la voz Chile, que no es una voz indígena, hace igualmente referencia a un misterio relacionado con la Atlántida, con la Thule de los orígenes.   La voz Chile, digámoslo sumariamente, es la traslación a voces indígenas de una voz todavía más antigua, de origen germánico, rúnico, atlántico, en la que aun podemos oír las palabras Tile, Tyle, Thyle, Thule.  He aquí su carácter sagrado.  Lo que sigue es una hipótesis personal sobre el origen del vocablo Chile.

No hay consenso aun sobre el origen de la voz "Chile".  Y probablemente no lo haya en mucho tiempo más -si es que acaso cabe pensar optimistamente que lo haya alguna vez.  Según las hipótesis más célebres el nombre de Chile vendría del trinar de un pájaro, de una voz quechua que significa frío, o una voz aimara que significa lugar donde se acaba la tierra, del nombre de un cacique o de un hidrónimo en el valle del Aconcagua, etc.  Ninguna de estas hipótesis, no obstante, aclara el significado de la palabra. Y aunque algunas nos resultan ampliamente descartables, otras nos merecen una atención y una mirada más cuidadosa. 

Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, en la Araucana, dijo que el nombre de Chile se debía al nombre del valle principal de la región[1].  González de Najera añadió a esto que el nombre de Chile era de origen indígena -aunque no especificó cuál- y que significaba "frío", porque los indios consideraban que estas tierras eran muy frías a causa de los vientos que corren de sus nevadas sierras en invierno[2].  Diego de Rosales, en el siglo XVII, decía que el nombre de Chile se debía a un cacique del Aconcagua llamado Tile[3].  Pero el mismo autor añade en su Historia General del Reino de Chile que el nombre fue puesto por los españoles, quienes castellanizaron la voz indígena Tili.  Según Rosales, cuando Almagro marchó del Cuzco hacia la conquista de las tierra del Sur se topó con unos indígenas a quienes preguntó de dónde venían, y respondiéndoles éstos que venían de Tili o Tile decidió poner así a estas tierras, castellanizando la voz Tile en Chile.  Jerónimo de Vivar, mucho antes que éstos últimos, señaló en su Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reinos de Chile, fechada en 1558, que el nombre de Chile se debe a la expresión aymara "anchachire", cuyo significado es "gran frío", dada a Almagro por unos indígenas venidos del Perú.  Según Vivar este es el motivo por el que se le llamó al valle CHIRE, de donde por deformación del uso de la palabra culminó llamándose Chile.  Aunque esta hipótesis no me parece en absoluto descabellada no veo por dónde, en cuanto lingüista que soy, que la letra "R" se haya podido declinar en "L".  Estructuralmente hablando, las corrosiones del lenguaje, que acontecen todas siempre siguiendo un patrón estructural (esto ya lo estudiaron los discípulos de Saussure y el propio Saussure antes que ellos) dan cuenta de una lógica en la que esta supuesta declinación de la "R" en "L" resulta muy sospechosa, por no decir, rara o imposible.  Pero suspendamos mientras nuestro juicio al respecto.

En febrero de 1925, en Panamá, tuvo lugar uno de los hechos más curiosos de la historia de nuestra América románica.  Allí, los indígenas kunas del Panamá decidieron independizarse de este país formando una República Autónoma a la que llamaron TULE.   Este hecho no sería tan sorprendente si no viniera unido a otro símbolo significativo, cual es, el símbolo y diseño de la Bandera de la naciente República de Tule.   Esta Bandera, semejante en colores y diseño a la Bandera de España ostentaba en el centro el símbolo de una ESVÁSTICA.  Para quienes tenemos conocimiento esotérico no será difícil notar la sincronía: La ESVÁSTICA era el símbolo del país de THULE, de la más antigua tradición.  Por eso fue el símbolo privilegiado de la Sociedad Thule: una esvástica a la que se anteponía una daga.   Pero ¿por qué los indígenas kunas del panamá decidieron llamar a su naciente república como República de TULE? ¿Qué clase de memoria, de recuerdos ancestrales, tenían estos indígenas, que les permitía, además, asociar el nombre de Tule al símbolo de la esvástica?

Bandera de la fugaz República de Tule
de los indios kunas del Panamá (1925)


Nuestra explicación, dicha del modo más sucinto que puedo, es la que sigue.  Me baso, para ello, en el testimonio de un libro sagrado que tengo el privilegio de estar traduciendo.  Me refiero a Las Bodas de Arkhanen.  Según Las Bodas de Arkhanen el verdadero nombre de la Atlántida fue Thule.  Atlántida no es un nombre, sino un modo de expresarse.  Esto me lo sugirió otro libro que traduje y que fue ya publicado el año pasado bajo el título de Oera Linda.  Atlántida es una expresión proto-nórdica que significa "Tierra Antigua" (Alt-Land, de donde viene Atland).  Es la tierra ubicada más allá del viento norte, en el extremo septentrión, que Píndaro llamó el país de los hiperbóreos.  Tampoco "Hiperbórea" es un nombre, sino una expresión.  Ésta nunca fue usada, en realidad, por los antiguos -es decir, por Píndaro o sus contemporáneos.  Píndaro no habló de HIPERBOREA, sino de los HIPERBOREOS, para referirse a los que habitaban un país en el extremo septentrión al que nunca nominó.  Ese país, siguiendo las enseñanzas de Las Bodas de Arkhanen y del Oera Linda, se llamó THULE, su símbolo fue una ESVÁSTICA, y sus habitantes se llamaron ARKHANEN.   Ese país desapareció sumergido en las aguas del Atlántico.   Sus habitantes, los que sobrevivieron, hablaron de él como la Tierra Antigua, Atland; nombre que llegó a los oídos de Platón como ATLÁNTIDA.  Ecos de esa tierra podrían ser la fantasmagórica Isla de Brasil, pero también la Tile de los mapas de Olaus Magnus y otros cartógrafos del renacimiento.  Sumergida en el océano, sus sobrevivientes marcharon en distintas direcciones.  Y algunos de ellos llegaron a estas tierras con sus servis y anquilæs (esto es, con los ancestros de los indígenas), pero marcharon luego de retorno a sus orígenes, grabando en la memoria de estos últimos, el esplendor de  una época dorada que no tendrá eco en sus porvenires.   

Símbolo del Reino de THULE


Basado en este relato me permitiré elaborar la siguiente hipótesis sobre el sagrado nombre de Chile.  Asumiendo que los habitantes de la antigua Thule (Atlántida o Hiperbórea para los desentendidos) hubieran efectivamente desembarcado en las costas de nuestra América, en una época tan inmemorial que se pierde en la noche de los tiempos, es ésta una razón que podría explicar la curiosísima existencia de la fugaz República de Tule en Panamá y su símbolo de la esvástica en la bandera.  Lo que pudo acontecer fue lo siguiente: los arkhanen, habitantes de Thule, sobrevivientes de su inmersión en el océano, fundaron en la América Central un reino, un magnificente reino, constructores quizá de las pirámides de México, y verdaderos autores del calendario, la astronomía y la escritura equívocamente atribuida a los Mayas.  Pero siguiendo un impulso vital (una memoria de su sangre) marcharon de esas tierras hacia el polo Sur, y más allá todavía, hacia la Antártica.  Los únicos que le recordarían en la América Central serían los indígenas.  Por eso los kunas, quienes guardaban en su memoria ancestral el recuerdo de los antiguos habitantes de la Thule desaparecida, en homenaje de éstos buenos gobernantes, decidieron emularles en el nombre y en el símbolo que grabaron en el corazón de su bandera. 


Mapa de Athanasius Kircher (1669) representando una posible
ubicación de la Atlántida (THULE).  Es curioso observar aquí cómo
 este mapa ha invertido la orientación de los Polos


Pero los arkhanen siguieron su impulso vital más al sur.  Buscaban el oasis en las frías tierras meridionales de la América Patagónica.   Después de todo, la leyenda de la Thule ancestral dice que ésta era un oasis tropical, parecido a las tierras del Brasil, en medio de una zona de hielos eternos. ¿Vinieron los arkhanen, los habitantes de la antigua Thule, a estas tierras del sur del mundo?  Recapitulemos un poco lo que hemos venido diciendo y atemos los cabos que antes dejamos sueltos.  Jerónimo de Vivar y González de Najera decían que los indios aymaras llamaban a este lugar Chire y que esta palabra significaba FRÍO.  Ambos dicen luego que la palabra CHIRE se desvirtúa entre los españoles convirtiéndose en CHILE.  Desde un punto de vista de la lingüística estructural, ciencia que estudia la estructura de las lenguas, un cambio de este tipo vendría a ser muy raro o imposible.  Ya apuntamos algunas líneas sobre esto más arriba.  Pero no sé si podría ser factible al revés.  Esto es, que la palabra no fuera indígena, y que los indios hayan podido mutar el sonido de la "L" por el de la "R".   Y aunque no sé absolutamente nada sobre lenguas indígenas de este lado del mundo, me hace mucho más sentido el que los indios hayan podido trucar la "L" por la "R" y no al revés.   Así, la palabra que los indios aymaras asociaron al "frío" podría venir perfectamente del nombre conocido por ellos de este lugar.  Es decir, en otras palabras, que no fue en virtud del frío que los indios llamaron Chire a Chile, sino que fue al revés, esto es, que en virtud a que estas tierras eran ya llamadas Chile por habitantes ancestrales, y en razón a lo frías que eran, fue que los indígenas aymaras, y probablemente otros indígenas antes que ellos, llamaron Chire al frío. 

Nuestra hipótesis es la que sigue.  Los arkhanen de Thule llegaron a estas tierras en épocas inmemoriales, fundaron aquí su famosa Ciudad de los Césares a la que llamaron Thule, como su patria ancestral, y los ecos de esta voz se grabaron en la memoria de los indios locales, algunos de los cuales, los de más al norte, con el trascurrir del tiempo, pudieron mutar, en parte, su sonido (el reciente ejemplo revisado de la "R" y la "L").  Pero más al sur el nombre se conservó casi íntegramente.  La voz griega Θουλη suena "Zule" y la voz, también griega, Θυλη suena "Zile".  Ambas Θουλη  y  Θυλη fueron las palabras que los griegos utilizaron para Thule.  La primera se transcribe literalmente como THULE y la segunda como THILE.  Siendo la TH un fonema anglosajón, germánico-nórdico conocidísimo, que se pronuncia muy cercanamente al sonido de la "Z" de la península.  En nuestra opinión, la voz Chile se deriva de Tile, y ésta a su vez de Thile o Thule.  Después de todo, es ésta una opinión muy bien fundada de don Diego de Rosales, quien decía que el valle del Aconcagua era llamado por los indígenas TILE, y lo decía apenas cien años después que Olaus Magnus publicara su Carta Marina, donde aparece el nombre de THULE como TILE, sin que tengamos noticias que el cronista español haya conocido al cartógrafo sueco.  


Mapa de Olaus Magnus (1572) donde THULE aparece mencionada como TILE


En realidad, lo que creemos es que el nombre de TILE es una evocación de la vieja THULE y que ésta es la razón por la que éstas tierras fueron llamadas así.  De esto estaba esotéricamente informado nuestro Padre Patrio, don José Miguel de la Carrera y Verdugo, quien, no sin conocimiento, hizo poner en el frontis del escudo nacional (el Escudo de la Primera República) la siguiente críptica leyenda hasta hoy muy mal comprendida e interpretada: POST TENEBRAS LUX.  Si se lee mi artículo sobre el significado del nombre de Thule, publicado en este Blog, se entenderá el sentido de esa leyenda en el Escudo.  THULE significa precisamente que el triunfo sobre la muerte (en el caso de la naciente república de Chile, la independencia del tirano francés) se conquista a través de un camino que va de la oscuridad a la luz (Post Tenebras Lux).  Pues es ése un primado de significación esotérico-alquímico.  Pero hay todavía más: en la bandera elegida para presidir el pabellón de la naciente república el Padre de la Patria utilizó los colores de la Aurora de Thule (el azul, el blanco y el amarillo) e hizo poner en una esquina de la franja superior, la franja blanca una Cruz de Santiago en color rojo.  Es esta cruz un fyrfos, una esvástica encriptada[4].  Completando con ello una asociación más que sincronística con la vieja Thule, a la que estamos unidos por tradición y destino.







[1] En La Araucana, Alonso de Ercilla (1533-1594) escribió: “Es una provincia grande que contiene en sí muchas provincias; nómbrase Chile por un valle principal llamado así; fue sujeto al Inga rey del Perú, de donde le traían cada año gran suma de oro”. 
[2] El cronista González de Nájera (¿?-1614), en Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile, dice: “Chile quiere decir ‘frío’ en lengua de algunos naturales, nombre que le fue dado por ser excesivamente fríos los vientos que corren de sus nevadas sierras en tiempos de invierno, en las partes que caen al sur”.
[3] Don Diego de Rosales [1601-1677],  escribió que el nombre de Chile provenía del nombre del cacique “Tile” del valle del Aconcagua. Y que cuando Diego de Almagro partió del Cuzco hacia el sur a coger oro, se encontró con indios que llevaban el tributo de oro para el Inca “y que preguntándoles de donde venían, respondieron que de Tili, y los españoles trabucaron (cambiaron) el nombre Tili en el de Chile, por cuanto les sonaba mejor y era más conforme a su lengua general”.
[4] Al respecto, invito a mis lectores a leer a Guido von List, particularmente los libros del GUIDO-LIST-BUCHEREI.

sábado, 5 de abril de 2014

El Secreto de las Runas


Por Hyranio Garbho

El Secreto de las Runas es un tratado esotérico sobre filosofía rúnica. Ello significa que su contenido está asociado a la inteligencia de una compleja elaboración metafísica, cuya profundidad puede apreciarse ya en las primeras páginas del libro.  No es, por tanto, un texto de enseñanza de lectura oracular.  Su secreto nada tiene que ver con formas ocultas o desconocidas acerca de cómo leer las runas. En él, quien busque recetas o consejos prácticos sobre las runas con fines de adivinación, perderá su tiempo. Pues no es éste un libro para esa clase de inclinaciones circunstanciales. El Secreto de las Runas enseña que éstas son más que un oráculo; y, por lo tanto, que utilizarlas únicamente con objetivos oraculares supone una comprensión harto superficial de su esencia y del misterio que les está asociado. Pues para poder mínimamente consultar las runas se precisa saber que no son todas ellas originales y que, por tanto, no todas ellas tienen el poder de abrirnos a la comprensión interior y responder adecuadamente nuestras preguntas.  Y es este tipo de cosas, entre otras, a las que responde este libro.

El Secreto de las Runas se inicia con una constatación simple: las runas, el proto-lenguaje de los pueblos germánicos, es un tipo de escritura original cuya antigüedad alcanza fácilmente los mil años por sobre las fechas comúnmente aceptadas.  No son, como se piensa, un tipo de escritura derivado de los alfabetos fenicios o de la escritura uncial latina; ni son, tampoco, símbolos utilizados únicamente con este fin.  Sólo muy tardíamente las runas fueron usadas como letras, en el sentido que damos hoy nosotros a nuestros símbolos de escritura.  Pero no era ésta, ni remotamente, su finalidad original. 

La segunda afirmación interesante que vemos aparecer en El Secreto de las Runas es todavía más desconcertante.  Según List el futhark original, contrariamente a lo que ha venido aceptándose desde mediados del siglo XIX, constaba de dieciséis runas y no de veinticuatro.  Esta es una de las tesis centrales del libro (sobre este punto nos extenderemos en el siguiente apartado de nuestro Estudio Preliminar).  Paralelamente a esta afirmación List sostiene que el Hâvamâl, el Libro de la sabiduría rúnica de Wotan, considera la existencia de dieciocho runas.  Este canto, junto con todos los otros cantos del Edda, en la opinión de List, es infinitamente más antiguo de lo que se ha aceptado comúnmente.  La ciencia oficial pretende remontarlos al Codex Regius, aunque admite la posibilidad que se trate de una tradición oral más antigua.  Según List el Edda fue fijado definitivamente hacia finales del siglo VIII, pero su verdadera antigüedad se pierde en la noche de los tiempos.  Por lo que las dieciocho runas que supuso su composición, en la medida que el proto-germánico cedió su lugar al germánico antiguo, tempranamente forzó la aparición de otros símbolos rúnicos, los que al cabo de unos siglos ya se contaban por sobre los veinte y los treinta.

La tercera afirmación relevante en la primera parte del libro establece que en la raíz de todas las letras que forman el sistema de escritura germánico antiguo se halla originalmente una runa; o que todas ellas, tanto en su trazo como en su nombre o su sonido pueden remitir a una runa original del conjunto de las dieciséis runas que son las verdaderamente originales.  En la actualidad, sostiene List, cada runa tiene un nombre que da cuenta de la runa original; ese sentido germinal de la runa es monosilábico -pues es ésta una condición natural de los símbolos sagrados antiguos (sobre este interesante particular precisaremos algunas notas en el siguiente apartado de nuestro Estudio Preliminar).  List apunta al respecto:

"Debido a que las runas tienen nombres singulares y estos nombres constituyen palabras monosilábicas es igualmente evidente que las runas –en los distantes días de antaño (...) constituyeron un sistema jeroglífico.  Esto es porque el proto-arianismo era, lo mismo que todo lenguaje primitivo, monosilábico, y sólo tiempo después se contrajo en una escritura alfabética, cuando la estructura del lenguaje jeroglífico o silábico demostró ser una escritura demasiado engorrosa" [1].

La cuarta afirmación relevante en la primera parte del libro señala una de las tesis centrales de El Secreto de las Runas.  No hay un único tipo de runas, sino, a lo menos, dos.  Tempranamente, indica List, vemos aparecer una división interna en el sistema rúnico original (futharkh -con "h" final)[2].  Dos grandes grupos de runas se desprenden del tronco rúnico originario para culminar constituyendo dos modelos o tipos diferentes de éstas. Por una parte las Buchstaben-Runen, y, por otra, las Heilszeichen-Runen.  Las Buchstaben-Runen son las runas utilizadas como letras en un sistema de escritura similar al utilizado por otros sistemas de escritura, como el griego, el latino, el fenicio, etc.  Las Heilszeichen-Runen son las runas consideradas como símbolos sagrados, mágicos, cuyo poder trasunta al operador si éste las sabe consultar debidamente.  Las Heilszeichen-Runen constituyen el sistema rúnico más antiguo, aquel del que decíamos más arriba que estaba compuesto originalmente sólo por dieciséis símbolos rúnicos.  De éste, y por la necesidad de servirse de las runas como un sistema de escritura -no olvidar lo que dice List en relación a que la runas monosilábicas (esto es, las heilszeichenrunen) se vieron obligadas a contraerse en una escritura alfabética sólo "cuando la estructura del lenguaje jeroglífico o silábico demostró ser una escritura demasiado engorrosa"- surgieron luego una treintena de runas que con el tiempo culminaron por constituirse en un sistema rúnico autónomo, cuya función principal fue la de servir como sistema de escritura, empobreciendo notablemente su sentido mágico original.

De acuerdo con List el Edda Hâvamâl enseña dieciocho runas.  Éstas, pese a tener un innegable carácter literal (esto es, pese a que pueden utilizarse como letras) conservan su esencia mágico-sagrada original. Es decir, ostentan la peculiaridad de ser Buchstabenrunen y Heilszechenrunen a la vez.  En su opinión, este carácter único de las runas enseñadas en el Hâvamâl está en concordancia con la relevancia capital de este canto, en cuyo secreto yace la clave que revela el verdadero misterio de las runas.  Sobre la importancia de este Edda el propio List apunta:

"Ningún otro canto del Edda da una visión tan clara de la cosmovisión aria original sobre la relación que une el espíritu al cuerpo,  Dios al Todo –y a través de la arianidad trae de manera tan significativa a la conciencia el reconocimiento de la dualidad que une a los contrarios en el microcosmos y el macrocosmos- como el Hâvamâl y la sabiduría rúnica de Wotan incluida en él"[3].

Luego de desarrollar un conjunto de ideas relativas al significado metafísico de Wotan, de la que hablaremos en el apartado correspondiente, List propone otra tesis notable sobre el origen de las runas -tesis que será compartida luego y desarrollada por otro gran runólogo alemán, el filósofo Friedrich Bernhard Marby.  Las runas fueron originalmente, en opinión de List, formas simbólicas sagradas a través de las cuales los sabios del pasado comunicaban su visión interior.  En una época en que el lenguaje era tan limitado éstos tuvieron que servirse de movimientos físicos y de determinadas posiciones corporales para comunicar lo que, de otro modo, habría permanecido insalvablemente oculto. Esas posiciones corporales reflejaban medios de canalización de energía a través de las cuales los sabios arios lograban desarrollar su visión interior y trasuntar los poderes mágicos respectivos.  Por su importancia este tema será más ampliamente desarrollado hacia el final del apartado que dedicamos a la Metafísica del Secreto de las Runas incluida en este Estudio Preliminar.

La parte medular de El Secreto de las Runas se centra en la descripción de las dieciocho runas enseñadas por el Edda Hâvamâl. Allí la plenitud de su contenido mágico y místico nos es revelado de una manera directa y sintética.  Cuando los versos del Edda Hâvamâl se combinan con los nombres de las runas -nos dice List- adviene de un modo mágico la iluminación y el secreto de éstas es por fin develado.  En esta parte del libro se pasa revista a los versos del Hâvamâl contenido en las estrofas que van de la 138 a la 163.  Según List, cada una de estas estrofas está referida a una runa original y su comprensión otorga la clave debida para la resolución del misterio asociado a cada una de las dieciocho runas originales (en el apartado siguiente esperamos responder por qué si List admite que las runas originales eran dieciséis culmina hablando de dieciocho).  List hace acompañar a cada runa un pequeño listado con las raíces de la palabra que forman su nombre, a las que se unen una serie de conceptos asociativos con los que se persigue comunicar intuitivamente su significado.  Los versos del Edda Hâvamâl son, en cada caso, presentados como la clave que resuelve el misterio de las runas, por lo que no se les analiza ni se les explica, sino que se les despliega en toda su profundidad poética, esotérico y mistérica.  List añade a esto una explicación racional del significado de la runa que no atañe a los versos del Hâvamâl, los que permanecen intactos.  Su reflexión se centra en los nombres de las runas, en el análisis de las palabras-raíces que constituyen su etimología; y a veces añade uno que otro dato histórico o filosófico que ilumina aun más la comprensión racional de la runa. Finalmente una fórmula sintética busca dar con el corazón del significado esotérico del símbolo rúnico.

Las runas del Edda Hâvamâl coinciden con las runas del futhark armanen (esta misteriosa coincidencia será explicada en el apartado siguiente de nuestro Estudio Preliminar).  Sus nombres son resumidamente los que sigue: fa, ur, thor, os, ried, kaum, hagal, noth, is, ar, sieg, tyr, bar, laf, man, yr, eh, gibor.   Cada una de estas runas es estudiada por separado y vistas a la luz de su significado en el conjunto del sistema rúnico armanista, tras lo cual List se aplica a desentrañar el misterio de la que considera la runa principal de este sistema: el fyrfos o runa gibor (esto será desarrollado en el apartado dedicado al misterio del fyrfos de nuestro Estudio Preliminar).

Tras revisar el significado esotérico de cada símbolo rúnico la obra de List se centra en develar cuál es el verdadero Secreto de las Runas.  Y he aquí que este libro se vuelve todavía más original y desconcertante que nunca.  Comparable únicamente con lo que Copérnico llevó a cabo en el plano general de la ciencia, la tesis de List viene a reformar por completo -y lo hace tempranamente- el esoterismo global de la filosofía asociada a las runas. Su predicamento, sencillo en esencia, arranca de la convicción de que paralelamente al conjunto de dieciocho runas del futhark armanen, habría existido un número indeterminado de símbolos rúnicos, formados a base de los trazos originales de las dieciocho runas armanen, encriptados primero en la grafía y el lenguaje proto-germánico, y desarrollados luego en los motivos ornamentales, los que habrían sido preservados celosamente por los skalder, pues contenían no sólo el verdadero misterio rúnico, sino que, en su esencia, ellos eran (ellos constituían) el auténtico secreto de las runas.  Quien tras leer este libro no entiende ese predicamento sencillo, no ha entendido nada acerca de lo que aquí se ha buscado comunicar.  Y el secreto así develado de las runas jamás podrá serle accesible más que en apariencia.  List sostiene al respecto lo que sigue:

Únicamente después de estos comienzos se crearon estas runas. Y un número de otras, que la sabiduría rúnica de Wotan no nombra, poco a poco se marchitaron en "letras", conforme a nuestro sentido de la palabra -esto es, en signos fonéticos vacíos e inarticulados.  La aún no contabilizada gran masa de otros signos sagrados o jeroglíficos, que no fueron simplificados en signos fonéticos insustanciales, pero que fueron más bien -como ya se ha dicho- desarrollados en los motivos ornamentales más elegantes, con la preservación característica de las líneas básicas de sus formas primarias, y que también ampliaron sus nombres y valores simbólicos, llegaron a formar el sistema ario de jeroglíficos o pictogramas, que seguía siendo el secreto de los Skalder.[4]

Esa aun no contabilizada gran masa de símbolos sagrados o jeroglíficos es lo que, en otro libro de mi autoría, titulado El Misterio del Fyrfos[5], me he permitido llamar como alfabeto kálico[6], basado en el presupuesto listiano de que la esencia de su secreto fue conservado y custodiado por la Kala o Hochheilige Heimlich Acht[7].  Ése alfabeto kálico, en lo que a este libro compete, será desarrollado atendiendo, en primer lugar, a la heráldica; y luego, de una manera general, a todas los motivos ornamentales de la arquitectura y el folclore alemanes de antaño, incluido en ello la sabiduría popular de refranes y cuentos.  Es menester, eso sí, advertir de entrada al lector despreocupado, que el develamiento del secreto de las runas asociado al des-cubrimiento del misterio kálico en la heráldica, la arquitectura y el folclore alemanes sólo se vuelve accesible a la inteligencia moderna si acaso se comprende la metafísica listiana de los tres niveles de interpretación, basados en las tres fases del acontecer (el venir-al-ser, el ser y abandonar-el-ser para venir-al-ser nuevamente, en forma respectiva) en los que se despliegan y desarrollan todos los secretos rúnicos-kálicos aquí develados. Sin esa comprensión de base la filosofía listiana se transforma en un lenguaje abstruso, que más que abrirnos al misterio rúnico, nos cierra el paso a toda posibilidad de aprehenderlo.

Según Guido von List una palabra o un símbolo heráldico, derivado de alguna kala y, por tanto, de alguna runa originaria, da lugar a palabras o símbolos equivalentes cuyos significados, no obstante, son disímiles.  Así, por ejemplo, la palabra "Rath", de la que derivan palabras tales como Rat (Consejo), Rad (Rueda) y Ratte (Rata) tienen todas significados distintos, pese a venir de una palabra común, en virtud a que siempre, toda kala, puede ser descifrada en alguno de los tres niveles de interpretación que se siguen del ciclo natural y permanente de todas las cosas.  List señala que todas las instituciones de los pueblos arios, lo mismo que su religión, su mitología, su sociedad, su lengua original (el ario primitivo), etc., estaban basadas en una comprensión tripartita de la realidad cuyo fundamento no era otro más que "el reconocimiento intuitivo de las leyes evolutivas de la naturaleza"[8].  Esas leyes evolutivas de la naturaleza, que han sido mencionadas por nosotros más arriba en la fórmula del venir-al-ser, el ser y abandonar-el-ser para venir-al-ser nuevamente, imprimen al corazón del pueblo germánico un imperativo fundamental que lo atraviesa todo.  Así, una palabra como "Rath", derivada de la runa "Ried", debía necesariamente ser interpretada en estos tres niveles de comprensión, dando lugar, con ello, a tres palabras distintas y con significados disímiles.  En el primer nivel asociado al venir-al-ser Rath se convirtió en Rat (Consejo), a modo de señalar una actividad que pone en movimiento cosas -pues un consejo es siempre la base de una decisión. En el segundo nivel Rath se convirtió en Rad (Rueda), a modo de significar lo que ya está en marcha, lo que es movimiento en el presente -la decisión hecha actualidad, realidad, acto.  Y en el tercer nivel Rath se transformó en Ratte (Rata), animal que señala la corrupción -en íntima coincidencia con el ciclo evolutivo de las cosas.

Más interesante que estos ejemplos lo son los de las palabras "Ygdrasil" o "Iroglif". En cada caso se trata kalas compuestas, esto es, de palabras en cuya formación participan dos o más runas.  La realidad así desplegada por la nueva kala o palabra rúnica conjunta todos los significados individuales e indivisibles de las runas que la componen.  Y esto lo hace, obviamente, en los tres niveles de interpretación. Así, el significado de una palabra como "Iroglif" resulta de la conjunción del significado de las tres runas que la componen (Ir - Og - Lif, que responden a las runas primitivas Ar - Og - Laf), las que consideradas en los tres niveles de interpretación dan lugar a nueve sentidos distintos. En todos los casos, la tarea del intérprete rúnico será la de recoger el sentido más propio de las tres runas de la palabra, individualmente consideradas, en cada uno de los niveles respectivo, y forjarse interiormente el sentido de la kala global.

Tras especificar estas minucias de la interpretación List se aplica a analizar un conjunto ilimitado de kalas rúnicas simples y compuestas presentes en el folclore alemán, la arquitectura, los símbolos, las instituciones y la heráldica.  Todas ellas son reflejo de la presencia indiscutible de la tradición armanista en suelo germánico. 



[1] Guido von List, Runenschrift (GLB 1), p. 2.  En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p.64.
[2] Cfr Die Ursprache der Ario-Germanen und ihre Mysterien sprache (GLB 6)
[3] Guido von List, Wuotans Runenkunde (GLB 1), p. 4.  En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p.66.
[4] Guido von List, Runen, Heilszeichen, Zaubercharaktere, Geistersigille (GLB 1), p. 24.  En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p.88.
[5] Hyranio Garbho, El Misterio del Fyrfos, Ed. Aurea Catena, Santiago de Chile, 2014. En este libro intento reconstruir el sistema alfabético kálico, basado, en parte, en lo que me fuera transmitido por mi maestro, y, en gran medida, en lo develado por las enseñanzas de List.
[6] Ignoramos por completo de dónde pudo haber obtenido List su primera información sobre este alfabeto kálico, pero sospechamos que pudo haber sido a través de Tarnhari.  El mérito de List, al respecto, no está en haberlo descubierto, sino en haber sido el primero en publicarlo y ponerlo al corriente de los ariosofistas de la época.
[7] Ver nota 29
[8] Cfr., pág. 110-111